Comentario
Según parece, y aunque no abundan los datos, el género que mejor cubría las necesidades de los espectadores era, sin lugar a dudas, el mimo: un género mal definido, pero que, salvando ciertas distancias, podría compararse con la revista de nuestro siglo XX. En efecto, parece que consistía en la representación de una historia, cómica por lo general, pero con la inclusión en su desarrollo de bailes, juegos acrobáticos, números con animales amaestrados, escenas cómicas de tipo bufonesco, etc. Era el mejor modo de agradar a un público híbrido, donde ciertos sectores tenían dificultades para entender el latín literario. Y puede decirse que los dos únicos epígrafes funerarios dedicados a hombres de teatro que hayan aparecido en Hispania están particularmente adaptados a este género: uno es el del mimógrafo o escritor de mimos Emilio Severiano, que murió en Tarraco en el siglo III d.C.; el otro, procedente de Pax Julia (Befa), es el de Patricio, que se nos presenta como exodiarius -aunque la lectura es dudosa-, es decir, como actor de los que hacían el número final de una representación.
Apenas nada podemos decir de otros géneros teatrales. Sabemos que era relativamente común, en vez de representar tragedias enteras, ofrecer recitales de fragmentos trágicos, como hemos visto que hacía el actor recordado por Filóstrato. Es posible que a eso se refiera una inscripción de Castulo, donde se dice que un personaje ofreció acroamata, esto es, audiciones de carácter musical o virtuoso; al fin y al cabo, cabe recordar que la tragedia antigua, como nuestra ópera, era fundamentalmente un género cantado. En cambio, se nos hace muy difícil pensar que se representase en nuestros teatros un género cortesano y refinado como la pantomima, que, en su sentido altoimperial, consistía en un ballet de solista con música y canto; y no parece que pueda documentarse arqueológicamente la existencia de tetimimos, es decir, de representaciones acuáticas, que exigían el acondicionamiento del teatro para poder convertir su orchestra en una piscina. Esta ausencia es comprensible, por lo demás: la época triunfal del tetimimo, el Bajo Imperio, coincide con la ruina de muchos edificios teatrales hispanos.